No es difícil, para el creyente, hacer una defensa, encendida siempre, razonada a veces, del credo de su pertenencia. Sin embargo el pudor natural, o la prevención ante el ojo crítico del ajeno, hacen al apologeta deslizar con cuidado su pluma por el papel -virtual- sobre el que vierte su alabanza. Que en este caso es cierta y merecida, como demostraré.
Hace no demasiado declaré que han pasado más de tres lustros desde que entré por vez primera en una melé -solamente he formado un par ...
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