Mi familia de Rugby
Presumimos, quienes estamos relacionados con el rugby, de ser algo más que un deporte. Algo así como lo que dicen los barcelonistas pero de verdad. Por decirlo de un modo gráfico, disfrutamos del “deporte total”, el deporte colectivo por excelencia. Y esas virtudes se forjan y se extienden mucho más allá de las líneas del campo de juego.
Un club de rugby es una familia. Para muchos, casi tan importante como nuestra familia biológica. En los países con influencia británica esos lazos alcanzan su máxima expresión. La falta de tradición y el peso de nuestro espíritu mediterráneo han impedido, hasta ahora, que en España alcancemos una dimensión similar.
La familia del rugby se forja con los valores que adornan nuestro deporte: solidaridad, trabajo en equipo, compromiso y respeto. Dentro y fuera del campo; con propios y extraños, cada minuto de nuestra vida. Y se extienden una vez finalizado el partido: en el tercer tiempo, como agradecimiento al equipo rival y al árbitro; en nuestra vida fuera de los campos de juego; con los compañeros, puesto que las amistades que nacen en el fragor de la batalla suelen ser para siempre.
El nacimiento de San Isidro Rugby Club se apoyó en esos pilares y nuestros 30 años de existencia se caracterizan por la lucha para que no se pierdan. Máxime en esta nueva andadura en la que el crecimiento experimentado podría diluir la transmisión de los mismos.
Una de las labores más bonitas que los veteranos podemos realizar es enseñar y reforzar dichos valores. Nuestra aportación sería un fracaso si fallamos en ese apartado.
Y puede que estemos haciendo aguas en las últimas fechas. La categoría de sub10 del SIRC es un único grupo aunque, esporádicamente en las jornadas de la federación, nos dividamos en dos. Y queremos que ese grupo aprenda y refuerce los lazos necesarios para ser esa familia de rugby. Dentro y fuera de los terrenos de juego. Entrenadores, jugadores, delegados y padres. No queremos convertirnos en una especie de campamento de verano o en una guardería. Debemos ser un espacio para compartir. Comoquiera que las herramientas disponibles son limitadas y el tiempo escaso, debemos aprovechar lo poco que tenemos al máximo.
Con toda la intención del mundo, no especificamos la composición de los equipos en las convocatorias. Buscamos que los más de 30 niños que participan en la categoría, vuestros hijos, se sientan parte de UN solo equipo, sin distinciones ni separaciones.
Somos conscientes de que nuestras vidas rebosan con prisas, compromisos,…. Nosotros queremos ser ese momento de pausa, ese rato en el que disfrutamos juntos del rugby, del compañerismo, con sosiego, saboreando cada minuto. Vamos a intentar que todos los jugadores que acudan a las jornadas participen en todos los partidos como un equipo: cuando toque, en el terreno de juego; cuando no, en la banda apoyando a sus compañeros. De principio a fin. Y los padres, cuando sea posible, lo harán organizando los terceros tiempos, tan importantes para hacer equipo, para hacer familia.
En esta ocasión, los pasajes y citas bíblicas –incluida la de las siete plagas- resultan inservibles para describir la jornada de este sábado en Alcalá de Henares. Mal presagio, de inicio, con una adversa meteorología para este sábado por la mañana. Cielos grises, frío, viento y lluvia como símbolos de una jornada muy decepcionante para nuestros “lagartijas”. No vamos a magnificar algo que no deja de ser un traspiés en el proceso de aprendizaje de los valores y las destrezas del rugby. No tuvimos nuestro día: los peques no supieron desplegar su potencial y los entrenadores no fuimos capaces de hacerlos reaccionar. Un mal día en la oficina que trataremos de no repetir.
Lo mejor: Aún por llegar.
Lo peor: No demostramos ser un equipo.
Asistieron como jugadores: Miguel, Gonzalo, Israel, Dani, Javier, Juan, Íñigo Clemente, Gabi, Roque, Saúl, Mateo, Diego, Jaime, Pablo Esparza, Víctor, Martín, Pablo Díaz, Felipe, Lucas, Carolina, Kike, Juan Pablo, Adrián, Leo y Jaime.
¡Va, San Isi, Va!
Carlos Suarez, Entrenador.
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