En una playa lejana.

El mediodía quedaba lejos y el sol ya había empezado su trayectoria descendente cuando la bruma empezó a levantar. Sólo un poco. Lo justo para dejar entrever unas oscuras siluetas. El repiqueteo del metal y el crujir del cuero permitían saber que se trataba de un grupo de guerreros. Avanzaban en formación, era tierra hostil. Confiados. Al fin y al cabo, conocían el oficio. Cierto que las mesnadas se habían visto, a última hora, reducidas, y los efectivos eran algo justos; pero se contaba con la aportación de los dos MIguelones. 2.0 había viajado desde Ciudad Real, y Miguelón a secas, en quien pudo más el corazón que la cabeza, ignoró el parte médico y su cuello afectado y allí estaba, listo para la contienda. De modo que, a fin de cuentas, quienes avanzaban por aquella playa de Madrid habían agrupado una formación conjuntada y parecían rememorar las huestes de Ricardo, el del Corazón de León, en su aventura cruzada en las costas de Palestina, allá en la playa de Arsuf, tras tomar San Juan de Acre.

Y de pronto, inesperado, el ataque. Las hordas de los Osos, como hiciera Saladino desde la arboleda, irrumpieron de la nada. La pelea era inevitable y la reacción fue inmediata y eficaz: arriba los escudos, un cuadro de combate bien armado y un maul incontestable que, el primero de muchos, los osos derrumbaron. Golpe de castigo que Sorin situó a cinco metros. Maul sobre la touche, limpiamente ganada, tornillo, salida y ensayo de Encabo. Era el minuto 3. La primera refriega se había resuelto bien. Una rápida galopada del rival por los flancos, tras beneficiarse de un avant, igualó el partido. 5-5, pero en breve San Isidro volvió a llevar la pelea a campo contrario. Los atacantes no respetaban las reglas del combate y persistían en hundir los mauls y las melés, algo que hubo que corregir. En cualquier caso la contienda se dirimía sobre su línea de cinco y en el minuto 12, Ricardo culebreó entre los contrarios a la salida de un maul y marcó un ensayo transformado por Sorin. 12 a 5. El combate proseguía y rara es la batalla sin bajas. Vasco fue una de ellas: esguince de tobillo.

Poco después, Sorin rompió la defensa y entró en la línea de marca, pero el árbitro pitó amontonamiento. La decisión, sin embargo, sólo supuso una breve prórroga, porque una melé a cinco era casi un regalo para Sanisi, que ganó limpiamente, se abrió el balón y Sorin se desquitó marcando con claridad. 17-5. Más aún, en el minuto 29 volvió a marcar y transformó. 24-5. El comandante de los arqueros a caballo no pensaba hacer concesiones. Las formaciones de combate, en defensa y ataque, funcionaban bien. Las melés las dominaba el Sanisi con claridad y las alturas estaban bien dominadas por Isma. No se podían esperar grandes daños por ese lado, y sí más de una buena posesión. Así, se podían abrir balones de calidad, de modo que tanto delantera como defensa entraban en juego y ya habían conseguido marcar.

Y sin embargo, sin embargo,… las tropas no combatían del todo bien. Llevados por el júbilo del combate, los delanteros jugaban a gran velocidad, con apoyos hasta más allá del punto en el cual la táctica aconseja parar, templar, agrupar y rehacer la formación. Esa norma se ignoró y a veces dejó a nuestros atacantes aislados. A ello y a veces a causa de ello se sumaban recurrentes golpes de castigo en contra en los rucks y, más veces de las necesarias, balones adelantados en los rápidos contraataques. Demasiados regalos.

Y los errores se pagan. En el m. 34, defendiendo en nuestra 22, una larga patada defensiva no encontró la touche y su ala se topó con un balón llovido del cielo que le permitió ensayar con comodidad. A la transformación siguió en el minuto 39, una vez más, un golpe de castigo, allá por nuestra línea de diez, donde el ataque se empieza a convertir en defensa. Su acertado pateador dio a los osos tres puntos extras, con un disparo largo. Sus arqueros estaban en forma y los rivales veían premiado su juego. Un juego no muy imaginativo, cierto, con mucho saque a la mano como única alternativa, pero competente.

El caso es que, al hacer un alto en la refriega, el resultado era de 24-15. Los cruzados de Sanisi aún dominaban el terreno, pero no habían resuelto la batalla.

En la reanudación, reajustadas las líneas del San Isidro con los escasos efectivos de la reserva, las tropas arlequinadas volvieron a poner distancia. Aviso de Miguelón 2.0 desde su puesto de centro de lo que estaba dispuesto a hacer: en el minuto 48, la otra columna de caballería pesada, Encabo, empezó a abrir brechas en la defensa contraria y 2.0 definió con un ensayo transformado por el inmisericorde arco de Sorin. 31-15.

Los nuestros se veían dueños del terreno. Demasiado pronto. Por cansancio o exceso de confianza, la defensa se relajó y en el minuto 53, el ala izquierdo de los Osos se escapó y marcó, dejando una transformación fácil, que no fallaron: 31-22. Con el dominio por nuestra parte de las fases de conquista y del juego de delantera, no parecía un resultado demasiado inquietante, pero a esas alturas ya sabíamos que la frivolidad en el manejo de algunas situaciones nos iba a costar más de un disgusto. Y así sucedió, en un escenario peor de lo previsto. El afán defensivo se impuso al sentido común y primero Richie y luego Profe defendieron sendos golpes de castigo en terreno prohibido, muy cerca del saque. Dos tarjetas amarillas que forzaron un reajuste de fuerzas, con Sorin cerrando la brecha del medio de melé, y que redujeron las huestes del Sanisi a trece jugadores, con veinticinco minutos por delante.

Pero esos trece dieron la talla. San Isidro venía dominando las melés, haciendo en todas y cada una retroceder a los contrarios, pero sin llegarles a robar el balón. Ahora sí lo hicieron. Una sucesión de melés sobre su línea de 22 la gestionamos bien. Combate cerrado, cuerpo a cuerpo. Nunca lo hemos rehusado. Nos gusta. Y al final, robamos la melé. Limpiamente. Una satisfacción para la línea de delante. A veces, nos gusta hacer estas cosas. Y en efecto, a la salida de aquella melé que corría hacia delante a ritmo de carga, ensayo de Macanan. Consagraba así su evolución hacia un pilier-vedette. Seguiremos con atención futuros cambios en su vestuario y comportamiento, para determinar la gravedad del fenómeno. El caso es que era el minuto 58, y los alegres camaradas de delante habían dado un paso de gigante para aclarar el partido.

Otros dos puntos extra de Sorin y el marcador pasó a un 38-22, mientras los minutos para la vuelta de los expulsados corrían. Entonces, como hicieran los Hospitalarios en Arsuf, que no se  encomendaron más que a Dios para cargar contra el enemigo, 2.0, encendido el ánimo por el deseo de pelea, arremetió imparable desde más allá de 22 y en dos ocasiones, en los minutos 70 y 72, marcó y puso el resultado, tras sendas transformaciones del jefe de arqueros, en 52-22.  Poco después, Encabo reclamó el honor para su caballería de línea: cargó y chocó, y volvió a chocar, y una vez más, y otra…hasta la codiciada línea. 57.22, en el minuto 77.

Ya no había tiempo para mucho más. Bueno, sí: en esa tarde húmeda y fría, decidimos que los domingos son para hacer un picnic. Sobre el saque, regalamos con un adelantado el balón que, tras los consabidos apuros en melé los Osos consiguieron hacer llegar a su ala. Éste, una vez más, nos hizo un roto y puso el 57-27 definitivo en el marcador. Bien por los Osos; siempre se vuelve uno más a gusto al vestuario si ha marcado al final.

La noche había caído. La niebla volvió a cerrar y volvió a transformar a los guerreros en oscuras siluetas. Pero ya no había más que ver. Se podían replegar los estandartes de sangre y de cielo. El día era del San Isidro.

Se batieron junto a la playa de Madrid, en el campo de Puerta de Hierro: Javier Larratxe, Canche, Macanan, Eero, Paco Pulpi, Isma, Miguelón, Encabo, Ricardo, Vasco, David, Sorin, Fernando, Job, AJ, Edu Profe, Juanma, Miguelón 2.0 y César que se lesionó en el calentamiento.

Sangre y Cielo, Aupa Sanisi!!!!!!!!!!!

Javier Larratxe – Capitán Old Lizard

 

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