Más allá del Duero

Durante siglos, la línea de Extremadura, “Extremo Duriis”, “más allá del Duero”, que marcaba la primera línea de combate contra el infiel, fue moviéndose hacia el Sur, metro a metro. Cada uno de ellos, ganado a hierro y a fuego…hoy los tiempos han cambiado, pero aún, para quien ha heredado el alma del guerrero, el nombre sigue teniendo connotaciones legendarias: el Duero.
Los veteranos del San Isidro oyeron el reclamo y se aprestaron a partir. Llevaban meses de pelea, se habían dejado la piel en territorio enemigo, y el alma defendiendo la bandera en su propia casa.
Y allí, en el campo de Virgen de las Viñas, formaron los cuadros. En Aranda, aún no se han disipado las brumas del invierno, y el calentamiento fue bajo el frío y la lluvia. Una gélida lluvia que pronto cesó, al revés que el errático viento, que estuvo presente todo el partido.
EL primer zarpazo lo dio Aranda. Era el m 2 cuando rompieron la línea de defensa, marcaron y transformaron. Estuvieron acertados con el pie durante todo el partido, y eso fue decisivo. 7-0.
Pero San Isidro estaba alerta, concentrado, y haciendo buen juego. Delante no perdíamos un balón en sucesivos pick and go, y la línea movía y chocaba con toda solvencia. En el minuto 7, Hierbas marcó. 7-5. Ellos volvieron a escaparse, esta vez desbordando por el ala, en el m. 12, pero fue eso, una escapada, San Isidro seguía dominando, con un rugby clásico: la delantera preparaba buenos balones y profundizaba en el eje, para abrir a la línea, que en el m 19 marcó por medio de Esteban. 12-10.
El siguiente tramo de partido fue enteramente de San Isidro. Defendíamos bien, con muy buenos placajes, para desesperación de Aranda, y dominábamos la melé, sin llegar a robarla, y la touche, donde sí les arrebatamos la posesión varias veces. Y seguíamos sin regalar balones, avanzando constantemente, chocando, haciendo retumbar su línea de defensa. En el m 26 marcó Fosforito, y en el 30 Eugenio transformó en puntos un golpe de castigo, centrado en su 22. San Isidro seguía poniendo distancia. En el minuto 34, Willy el Loco volvió a marcar. Eugenio convirtió, y en el 37 fue él quien anotó un ensayo. 10-30. La marea sanguino-celeste seguía subiendo.
En la segunda parte, se mantuvo la misma tónica. Buen juego de conjunto y buena defensa por ambos equipos. Algunos rucks, bien disputados, se robaron por ambas partes, pero seguíamos manteniendo la posesión y el dominio en mauls, touches y melés.
Sin embargo, ellos marcaron primero, en el minuto 50. No obstante, la respuesta de los viejos lagartos fue rápida. Tres minutos después, Esteban rompió por el ala, se llevó puesta a media defensa desde 50, y aunque fue placado ya a la vista del banderín, realizó un excelente a pase a Fosforito, que iba en una posición impecable de apoyo, y sólo tuvo que posar. 15-35
Pero nubes de perdición se iban concentrando sobre las cabezas de los arlequinados. En el minuto 50 marcó Aranda y en el 58 volvió a hacerlo, esta vez con transformación. 27-35. Poco después, en el 61, se pusieron a tiro de un ensayo. 32-35.
Jack London escribió un relato corto, “Por un bistec”. Lo componen unas de las páginas más bellas jamás escritas sobre un deporte, en este caso también de combate: el boxeo. Narra en ellas la historia de un púgil veterano, que se juega a un combate con una joven promesa la bolsa y el prestigio que le permitan salir del paso. Para ello recurre a todo lo que tiene: fuerza, saber estar, inteligencia, resistencia y todas las argucias que ha aprendido durante una vida en el cuadrilátero. Pero al final, tomada la iniciativa, cuando sólo le faltaba asestar el golpe definitivo, le fallan las fuerzas. No había tenido medios para procurarse un bistec para comer e ir bien preparado al combate.
Así nos pasó a nosotros. Habíamos tenido la iniciativa, habíamos dominado el juego, habíamos puesto distancia, pero… Después de setenta minutos de combate, las piernas gritaron basta, coreadas por los pulmones.
Nos quedaba el corazón, ése siempre está ahí, para seguir plantando cara, y desde fuera había que ser perro viejo como Zoppo para ver que ya no nos quedaba gasolina. Y a diez minutos de la gloria, encajamos un ensayo, y perdimos el partido. 39-35, pero el intento de recuperar el control, de volver a jugar en su campo, fue baldío. En los minutos 75 y 79 marcaron sendos ensayos, ambos transformados. 54-35
Habíamos acariciado la victoria, habría sido una razzia de las de antes, y nos habríamos vuelto con el botín. Nos tuvimos que conformar con la sensación de haber jugado un buen partido, con un gran tercer tiempo a base de cordero en las cuevas de la peña y una excelente noche de copas y diversión. Gracias, Aranda.
Pero volvamos un momento al campo, a esa puñalada final en el minuto 79. Una semana antes, en una tarde también borrascosa, casi en el último minuto, el bloqueo de una patada de nuestro zaguero al que le cayó encima el equipo contrario nos privó de la victoria. En esta ocasión fue parecido: un balón alto, atrás, demasiado lejos de nuestra primera línea de defensa, y sólo un ala, Pablo (¿Fosforito?), para parar el huracán. No pudo. Recibió el balón con firmeza, pero no tuvo ni un segundo para hacer un contrapié a las furias desatadas que se le echaron encima. Era el 52–35 definitivo. A veces los dioses se ríen de nosotros. Probablemente no pueden controlar los celos cuando nos ven jugar juntos, sin respetar sus reglas,…, cuando nos ven así de felices.
Jugaron: Javier Larratxe, Canche, Adelín, Macanan, Eero, Isma, Cordero, Angulator, Eugenio, Sorin, Willy, Juan, Esteban, Pablo Sánchez (¿), Hierbas, Profe, Luis, Francisco Díaz (¿), Jaime León (?), Job.

Dos fundadores en el terreno de juego y en la grada Zoppo, Coque, Turco, Germán, Del Álamo. Veintiséis años después, y sumando.

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