Tengo que creer
Por Carlos Suárez
Todo el mundo conoce la historia de David y Goliat, la lucha entre filisteos e israelitas. Es la victoria del pequeño frente al grande, del desvalido frente al poderoso. Una especie de metáfora que, en versión libre, explica que hay pocos objetivos inalcanzables. Las limitaciones, habitualmente, nos las imponemos nosotros. Nuestros miedos, complejos, inseguridades nos presionan de tal modo que, a veces, nos rendimos antes, siquiera, de empezar.
Malcom Gladwell (Inglaterra, 1963) es un sociólogo que defiende en su libro “David y Goliat. Desvalidos, inadaptados y el arte de luchar contra gigantes” (2013) que Goliat nunca tuvo ninguna opción. Según su teoría, los débiles (los previsibles perdedores) no son, en realidad, las víctimas sino quienes, precisamente por sus dificultades, llegan más lejos. No podemos olvidar que David iba armado con una honda, arma de largo alcance, mientras que Goliat era fuerte en el cuerpo a cuerpo. “Maldijo a David invocando a sus dioses. Después le dijo: – Acércate, que yo daré tus carnes a las aves del cielo y a las bestias del campo” (Samuel 17, 44).
“Cuando el filisteo se dispuso a avanzar contra David, éste salió corriendo a su encuentro, metió la mano en el zurrón y cogió una piedra, la lanzó con la honda e hirió al filisteo en la frente. La piedra se le clavó en la frente y cayó de bruces en tierra. Así, con la honda y la piedra, venció David al filisteo. Lo mató de un golpe, sin empuñar la espada” (Samuel 17, 48-50).
David fue inteligente. Llevó la contienda a su terreno para poder usar sus fortalezas y ganó.
Creo que es una historia de la cual podemos sacar muchas y buenas conclusiones. Con muchas matizaciones, no vamos a ponernos exquisitos, nuestros Tritones son una especie de David que aún no ha aprendido a manejar sus fortalezas. Jugadores con buenos fundamentos, con una disposición entusiasta, con tesón,….forman un equipo que aún no se lo cree. Salimos derrotados antes de saltar al césped. Somos David con espíritu de Goliat. Una buena parte del engranaje de este equipo pasa, necesariamente, por el aspecto psicológico.
Se notó en los entrenamientos previos al partido contra Alcobendas. La mera imagen del mito del gigante del rugby madrileño bastó para amedrentarnos. En esas condiciones no era previsible que estuviéramos listos para disputarles el partido. La cabeza nos jugó una mala pasada.
Desde el inicio se vio que el resultado no sería favorable a los Tritones. Eso sí, desde el primer minuto al último, intentaron desplegar todas las armas que, indiscutiblemente, poseen. Sin embargo, estábamos agarrotados.
Fases estáticas impecables (casi todo el partido) ganando prácticamente todas las touches propias y robando alguna del rival; melés limpias preparando adecuadamente el juego con la línea de tres cuartos; control del balón y del espacio en las puestas de juego,….
Hasta ahí llegó nuestra pericia. Lastrada nuestra parte pensante a causa de la mitología del equipo granate, cometimos errores. No demasiados, es verdad, pero suficientes para no provocar peligro en la zona de 22 de nuestros rivales. Así las cosas, con buena parte del tiempo sin balón (fallos en los pases y en los placajes), jugar es más difícil y defender, demasiado arriesgado.
Alcobendas no permitió concesiones y aprovechó nuestras debilidades para poner distancia en el marcador. Y es que, aunque no lo parezca, su juego no fue superior al nuestro. De hecho tuvieron dificultades para desplegar, en toda su extensión, su plan. Aunque nuestros Tritones no se lo crean todavía, tienen mucho rugby en sus manos. Los entrenadores somos conscientes de ello y los espectadores que presenciaron el encuentro vieron muchas cosas buenas. Tan solo nos falta fe.
Jugaron: Guille, Pedro, Miki (Báguena) Primera línea
Rodrigo, Diego (Eduardo) Segunda línea
Zunzu (Álvaro), Santi (Beltrán) ,Guido Tercera línea
Saúl Medio melé
Silvano Apertura
Calancha, Guti Centros
Luis (Ricart) , Carlos Alas
Ros Zaguero
Lo mejor: Hay muy buen “material” en este equipo.
Lo peor: El resultado (0-54) no refleja nuestro potencial.
¡SANGRE Y CIELO!
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