40 minutos de más
El cronista asiste divertido al partido de los Lagartos Provectos, un domingo templado y soleado, impropio de los febreros que conocieron la mayoría de los integrantes del XV de San Isidro durante sus años de lozanía. Eero, Larratxe, los de la quinta del cronista, desde luego. Los demás, algo menos, que pocos años después las estaciones empezaron abandonar el canon, a disiparse como nuestro juego lo estuvo ese día.
Dispar, sí. Pudimos haber ganado. Tuvimos nuestra oportunidad, desconcertados los locales durante buena parte de la segunda mitad, que fue nuestra por cuatro marcas a dos. Esas dos nos privaron del éxito, porque creímos que habíamos cumplido anotando dos seguidas que nos ponían en la disputa del partido y no fuimos más ambiciosos. Acaso las piernas no funcionan acompasadas con las neuronas, lo concedo, pero su primer ensayo de esa mitad con más resuello no se hubiera producido. Lo anotaron cortando nuestras filas como afilada navaja, recién recolocados tras marca nuestra. El segundo de ellos en este tiempo, el que haría sus 40 definitivos, fue contraataque que nos desarboló cuando habíamos recuperado la iniciativa y asediábamos, oleada tras oleada, su zona fatal. Con desorden a veces; sin levantar la cabeza para elegir mejor opción cuando en dos claras ocasiones, acaso tres, teníamos ventaja numérica en el abierto. Aun llegó una última marca nuestra, para dejar claro que sabemos de qué va esto, pero no pudo ser.
Decía que contemplaba divertido el partido. No tanto por las evoluciones de los nuestros, que esas me llaman al análisis y al énfasis del apoyo, como por el escenario. Las instalaciones del rival son un privilegio al que pronto podremos acercarnos, aunque las circunstancias sean otras. Zona de posibles de la periferia madrileña, club de ringo rango con representantes en División de Honor y gradas y club-house. Y sin embargo el club de solera y nobleza lo representaban nuestros saurios. ¿Cómo, nosotros? Claro. No hablo de la actitud entre palos y palos, que también. Hablo de historia. Nosotros, de 1992, ellos de 2003, por más que sean sucesores del extinto y peculiar MARU, el club al que el actual seleccionador nacional quería convertir (sonrían) en campeón de Europa. Algún internacional ficharon para eso, ex British Lion incluido, cuando la arlequinada sangre-cielo se exhibía trotando por el Retiro, pero esa es otra historia.
La primera parte no fue buena. Los 18 concurrentes iban a dejarse el alma en el empeño, pero las cosas no salieron bien. Les fueron mejor a sus 23. A las pruebas me remito: si la segunda mitad fue nuestra, la inicial, suya sin ambages. Perforaron nuestra marca en los minutos 3, 4, 8, 9, 16, 17 y 38. 26 a 0 al descanso. Luego despertamos, quedó dicho. Dice el acta que las marcas fueron de Cordero, Fernando, Sorin y Eugenio (y dos transformaciones de este), que compusieron nuestros 24 puntos. Ellos lograron anotar sus dos ensayos de esa mitad en los minutos 66 y 68, desbaratando nuestra reacción. Ganamos ese parcial por 24 a 14, pero no bastó el cómputo final.
La charla del capitán, finalizados los rituales del final del partido, abundó en esos extremos: dormidos al principio, no tuvimos minutos, ni seso, para remontar. Pero estamos en la batalla, que ya es un triunfo. La semana que bien, más y mejor.
Phil.
ANTONIO JOSE SANCHEZ PAJUELO
20 febrero, 2020 (16:23)
Gracias por la crónica ;). ¡Acertadísima!