Band of Brothers

Paraninfo es lugar señero, de resonancias académicas. Toma su nombre el campo de rugby por mor de metonimia popular, porque la instalación lleva el de prócer que rigió la Complutense entre 1968 y 1972. Nuestros 110×70 metros, hoy remozados, merced a esa maravilla que es el césped artificial, en perfectas condiciones. Garantía de salud. No diré que de buen juego, aunque la superficie regular debe ayudar, sino de salud. Quien ha visto a camaradas al borde de ahogamiento (en el viejo Cantarranas también), o distensiones ligamentosas con sonoras fracturas o abrasiones provocadas por el hielo en irregular superficie en crudo invierno, lo confirma. Ahora las abrasiones, cuando se producen, son de otra índole, pero el entorno infinitamente mejor. Testimonio que deja quien no había jugado allí desde 2004. El progreso.
Mañana soleada, perfecta para el público. El clásico, para lo nuestro, agradece algo de orballo, de mollina, de llovizna fina que refresca y alivia, molesta solamente para el viandante y no para el practicante, quien asume la imagen canónica del deporte de Ellis con el cielo nublado de Surrey, Pontypridd o Limerick.
Dieciocho calentando tras los palos cercanos a Derecho. Dieciocho. Limitada representación saúrida, pero suficiente, como la compañía Easy, o mejor, suficientes como los reunidos el día de San Crispín en Agincourt. Band of Brothers, aunque la caballería pesada de la Gent d’Armes fuéramos nosotros. Dieciocho expertos en la ciencia de la economía, que no es otra que hacer maravillas con recursos escasos. El fuelle, esencialmente. Sobrados de experiencia, conocimientos y arte. Arte del juego cerrado, y aun así nos faltó insistir. Sabemos que la mera contemplación de nuestras fisionomías, hay alguna excepción que confirma la regla, sí, determinará la forma de juego del rival: lejos el balón, lejos. Y que la defensa ordenada, la organización disciplinada, que además permite ahorrar oxígeno, es nuestro mejor antídoto contra esos balones que no tenemos. Porque los que tenemos, generalmente, los usamos bien.


Insistía el capitán en el juego razonado. Es verdad que la razón exige oxígeno, algo de lo que Renato Cartesio no habla, y es omisión notable que, en nuestro caso, nos lleva al desatino de la conversación con el ref, la recolocación indebida y la cesión de espacios vitales, cual rusos concertando la paz de Brest-Litovsk. Y no, nuestra razón vital -repasad a Ortega- es el maul, siempre el maul, solo en última instancia el ruck, acaso en los primeros 20 minutos de partido y en ocasiones de franca ventaja. Luego, siempre maul. Desde el lateral con las espléndidas conquistas de Isma, en juego cuando el rival es incapaz de derribar a Mikel (buena marca sobre un díscolo en fuera de juego), a Eero o a Touch. Y entonces, apisonadora, cual legión romana en formación de testudo, avanzar hasta llegar y allí decidir entrada en formación o salida de los más veloces, de los más potentes, del mejor situado.
Así llegaron nuestras marcas, cuatro (Álvaro, la última, minuto 73, tras veloz incursión de nuestro Dupont en funciones, Eugenio, con apoyo de Esteban; otro de Isma, minuto 50, tras buena combinación entre Eugenio, Esteban e Isma; una de Macanan ¡qué maul! minuto 46, y otra de Álvaro, que fue su primera, minuto 29), siempre propiciadas por ventajas en agrupamientos. Las de los ruidosos y numerosos integrantes del cuarto equipo colegial fueron siete y dos transformaciones. Pudimos evitar al menos dos que hubieran hecho más presentable para el espectador ajeno el 39 a 24 final. No para los nuestros, Miguelón, Rubén o Zunzu, cada uno en sus labores, que conocen el mérito y la generosidad de los nuestros, hombres buenos que sin ánimo de lucro, enormemente generosos, que dejan sus enseñanzas ovales entre palos y palos para quien quiera aprovecharlas. Los jovencitos de Cisneros, por ejemplo, salieron del campo más sabios de lo que entraron. A alguno le aprovechará para su trayectoria vital. Incluso para algún examen que a buen seguro debieron cumplimentar el lunes posterior.
Incidencias: se lesionó Cordero (abductor). Que se mejore para que los puntos familiares duren lo necesario. Item más: el cronista fue testigo de la jornada, desde dentro, entre los minutos 70 y 80, declara el acta.
Phil
ANTONIO JOSE SANCHEZ PAJUELO
27 febrero, 2020 (8:39)
Gracias por la crónica; certísima. 😉
Diego
27 febrero, 2020 (10:52)
Magnifica crónica buena prosa casi me sentía dentro del campo