Más vale tarde que nunca
El cronista, absorbido por la vorágine de su trabajo, acaso indignado consigo mismo por su inoportuna recaída en lesión mal curada, olvidó esta crónica en la bandeja de “borradores”. Mea culpa. Advertido el error, deja la crónica de dormitar, perezosa, y sale disparada.
Como disparados jugaron nuestros rivales el pasado 1 de febrero en El Bercial. Sí, esa gente que no sé si sabe que desciende directamente de club que militó en División de Honor e incluso dio algún internacional al XV de España, en otro tiempo, en otro siglo. Tropa que a la fecha, con los mimbres que usaron ese frío sábado, está más cerca generacionalmente del siglo XXI que nuestra partida, incardinada plenamente en el siglo XX. Desde la banda Zunzu y el cronista rumiaban sin rencor las consecuencias físicas del tránsito vital, bastante aparentes ese día.
No hubo color. El 70 a 12, que el mismo Sr. Delegado del día se encargó de retransmitir por vía telemática a todo el interesado en seguir los acontecimientos, es palmario.
Ellos el ataque, nosotros la feroz resistencia. Pegados a las murallas del viejo castillo que no ha de caer en manos del asaltante sin que perezcan todos y cada uno de los defensores. Pues así, hasta el postrero minuto. Ánimo alto, mandíbula apretada, mirada ceñuda y empeñada. Pena que las neuronas, que envían las órdenes claras y precisas con diligencia, no encontraran músculos tan rápidos en la respuesta. Un imposible con el que contábamos, por más en el vestuario, serios, analizáramos las posibilidades que nos asistían, igual que en el calentamiento, concentrados, serenos y dignos.
Como a la postre es imposible cerrar el juego todo lo que nos hubiera convenido (¡80 minutos!) y los de la zamarra de diseño fantasioso (¡ah, qué perdida, el abandono de las tradiciones!) tampoco iban escasos de peso y potencia, hasta esa baza se ponía cara, inalcanzable casi.
Por no resultar fatigoso remito al informe minuto a minuto que refería. Baste señalar que nuestros puntos fueron cosa de Carlos Peris, marca transformada por Eugenio y de Esteban, marca sin convertir. Llegaba el reloj al minuto 45 y no volvimos a anotar. En adelante, aguantando las cargas del rival en campo abierto, con las picas y estandartes desplegados. Quizás Rocroi fuera algo así. Muy digno.
En fin, sabíamos lo que podía llegar y no flaqueó el ánimo. Empeño tenaz en la medida de las posibilidades que nos asisten, conscientes de que algunas batallas que hay que dar no se pueden ganar. Algo, por supuesto, que solo se reconoce después. No importa. El jovial B predica con el ejemplo. 20 o 25 saurópsidos del orden squamata en los campos de rugby del Señor son ejemplo e iluminación para generaciones venideras. La fe de Ellis (o de Jamie Mackie, ya lo contaré algún día), mueve montañas.
Phil
AJ
12 febrero, 2020 (13:59)
Magnífica crónica