Termina la campaña de invierno

San Isidro B,  39  – Aranda, 34

Defendemos, por primera vez en meses, nuestra casa. Estamos en cuadro, rodeados, exhaustos y el enemigo es poderoso. ¿Qué hacemos? ¡Atacamos!. Y, sobre el sonido del silbato, una vez más, ¡¡Sangre y Cielo!! ¡¡Adelante!!

El enemigo, casi invicto, es el campeón, cierto. Pero es el último combate. Termina la campaña de invierno y el cielo borrascoso, por un segundo, se abre y baja sobre el campo de Orcasitas un rayo de sol. Había que cerrar con broche de oro. Porque los defensores de Verdún acabaron venciendo. Porque los días de vino y rosas, el dorado otoño, habían quedado demasiado lejos y no estaba de más rescatarlos del olvido. Porque el invierno había sido duro. Porque éramos supervivientes. Porque, pese a todo, habíamos defendido la bandera arlequinada que,  ensangrentada, seguía ondeando. Porque a un lagarto es más fácil matarlo que vencerlo o, dicho de otra manera, “no des por muerto a un jugador del San Isidro hasta que esté ya enterrado. Y muy profundamente, por si acaso”. Porque nacimos para pelear y estamos ungidos de sangre y cielo. 

Ese cielo lo empezamos a acariciar en el minuto 5, gracias a un ensayo de Sorin que él mismo transformó. El ataque, esta vez, había roto la defensa con prontitud. Pero casi inmediatamente, en el minuto 7, marcó Aranda. 7-5. Se anticipaba así un partido vibrante, igualado, con buen juego y constantes alternancias, y protagonismo de las fases ofensivas.

En el m 10, Eugenio se escapó a la salida de un golpe con sorprendente facilidad y marcó en una bien trazada diagonal, pero 4 minutos después fue Aranda quien consiguió un ensayo, seguido por otro en el m 23 que les ponía por primera vez por delante: 12-15. Incluso abrieron brecha en el 36 con un ensayo transformado. 12-22. Las largas galopadas de Aranda, a veces, y un buen juego a la mano, más a menudo, nos estaban pasando factura. No en vano han cerrado como campeones la primera fase. Afortunadamente, nuestro trabajo, con buena preparación del balón por los delanteros, y buenas aperturas a los ¾ también dio su fruto y en el minuto 40 marcó Luis Ortiz. Habíamos estado presionando cerca de su zona de marca, con buenos rucks y mauls (en un par de ocasiones abortados por pantalla) y acabamos consiguiendo acercarnos en el marcador. En el descanso, 17-22.

En la reanudación, Sergio marcó (m 43) colocando un empate a 22 que poco duró, pues Aranda volvió a replicar en el m 48. 22-27. Pero nuestra infantería de línea seguía presionando, comprometiendo la defensa contraria y una sucesión de faltas reiteradas le costó a Aranda una tarjeta amarilla en el m 50, seguida por otra por juego sucio en el 60. Cuando uno ataca una cota, cargado y cuesta arriba,  agradece un poco de viento en la espalda. Supimos aprovechar la ventaja y en el m 55 Claudio y en el 61 Eugenio (que también transformó), nos volvieron a poner por delante: 34-27.

Ahora bien, el ataque con todos los efectivos, que a veces no puede ser de otra manera, tiene sus riesgos. Con los expulsados ya de vuelta, una larga patada de Aranda dejó un balón muerto en nuestra 22, a nuestra espalda, lejos de nuestra defensa y cerca, muy cerca, de nuestra zona de marca. Allá corrieron, a cerrar la brecha, AJ y Willy el loco, entre la jauría de atacantes que habían olido la sangre y la victoria. Y de alguna manera, llegaron. AJ primero, a levantar el balón un segundo antes de ser placado, y Willy inmediatamente detrás, a montar un remedo de ruck. Justo a tiempo. Aranda llegó un instante después, pero con exceso de entusiasmo, porque veían que ahí estaba el partido. Piscinazo y golpe a nuestro favor. Estábamos salvados.

Más aún: San Isidro volvió a marcar en el m 73 (Claudio) y con sólo siete minutos por delante y doce puntos arriba, 39-27, confiábamos en tener un poco de tranquilidad.

No iba a ser así. En el m 75 Aranda volvió a marcar y transformar y nuestra ventaja se redujo a 5 puntos (39-34), con cinco minutos por delante que parecían un siglo, porque ellos atacaban con todo lo que tenían. Afortunadamente, Iñaki forzó un avant del contrario y abortó así una ventaja que amenazaba con ser letal. El tiempo pasaba lento, muy lento…, cinco puntos, parar el partido, parar el partido…más fácil decirlo que hacerlo. Otra patada a nuestras espaldas, otra granada oval, mortal de necesidad, rodando por nuestra zona de 22. Y una vez más, una carrera de urgencia y Germán, de ala, en su segundo partido de rugby, tuvo la victoria, y la derrota, en sus manos. Dio la talla. Recogió el balón y, aleccionado por las indicaciones a gritos de sus compañeros, pateó a touche en las mismas fauces de los atacantes. Eso bastó. El partido había concluido.   

“Nunc est bibendum!”. Y, créanme, caballeros, más que merecido.

(Jugaron: Eduardo, Francisco Novela, JM Rodríguez, Eero, Touch, Byron, Isma, Educado, Srtgio Carnero, Eugenio, Sorin, Luis Ortiz, Vasco, Fer, David Navarro, , AJ, Iñaki Larratxe, Luis San Juan, Guillermo Fajardo, Germán, Claudio Nahuel, Javier Larratxe y Luis Ferreiro se cambiaron).

Javier Larratxe, Capitan.

 

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