Trincheras de invierno

San Isidro B, 8- Vallecas, 25
En las trincheras se sabía que el invierno sería duro. Los enemigos serían legión y las bajas, numerosas. Ya lo eran, de hecho: al pasar revista había demasiados silencios en las filas. Y allá lejos, tras la bruma, se adivinaban poderosos ejércitos. Era el momento en que todo viejo guerrero, a nada que pudiera arrastrarse, respondiera a la llamada y acudiera la primera línea del frente. A tapar huecos y a confiar en que el enemigo no detectara en él a un herido hasta que la pelea hubiera terminado.
La primera batalla tuvo lugar una noche de diciembre, en Puerta de Hierro, a donde nos habían arrastrado, lejos de casa. Contra Vallecas, un rival sólido, con un juego muy competente, bien clasificado, con excelentes credenciales.
Por nuestra parte, recurrimos a la sabiduría clásica: la mejor defensa es un buen ataque. Y así, al grito de “¡sangre y cielo!” salimos de las trincheras y llevamos el juego a su línea de 22. Casi marcamos. Casi… Macanan, ese mulo que quiso ser caballo, a punto estuvo de ensayar por tercer partido consecutivo, pero su embestida, punta de lanza de la marea grana-celeste, se estrelló contra uno de los postes y contra un muro infranqueable de defensores. Y el casi, ya se sabe, no basta. Así que volvimos a golpear con el ariete, una y otra vez; en vano. La defensa era excelente y poco a poco se iba agotando el impulso. La melé y la touche estaban muy igualadas. Quizá en las alturas, en los duelos de biplano a cara de perro, sacábamos un poco de ventaja; sólo un poco. Tampoco basta. Los mauls también se estrellaban una otra vez contra Scylla, contra el escollo, y en los rucks, en el remolino de Caribdis, de tanto en tanto, nos pitaban un golpe en contra. Demasiado entusiasmo, quizá. Poca cabeza, podría ser. Y el contrario, implacable, seguía defendiendo con toda el alma. Como resultado, todo el esfuerzo desplegado sólo nos aportó un 3-0, un golpe centrado allá por su línea de 22, convertido por Eugenio en el minuto 21.

El respiro fue breve. El primer cuarto había sido nuestro, pero poco después se rompió la línea de defensa, y no pudimos cerrar los huecos. La apuesta ofensiva había fallado, no habíamos cogido al enemigo por sorpresa, y su ataque nos tomó a contrapié. Sendos ensayos en los minutos 24, 31 y 39, y un golpe en el 27, nos mandaron al descanso con un 3-18.
Estábamos de vuelta en la trinchera, y el enemigo en plena y decidida ofensiva. Sólo nos quedaba defender la posición, con toda el alma. A zarpazos. Sin dar ya un paso atrás. Y así, en gran parte de la segunda mitad, el partido quedó muerto. Cada balón costaba una vida, cada ataque un corazón. Luchábamos en tierra de nadie, chapoteando en sangre, bajo el cielo. Ganando metro a metro, para perderlos de diez en diez. Y vuelta a empezar, y vuelta a retroceder…y en el minuto 53, Vallecas volvió a abrir brecha y nos clavó en el pecho otro ensayo. 25-3. Pero, ya digo, fue en el pecho… y allí está el escudo. Y el escudo no se toca. Así que, será pobre consuelo, pero el resto del partido fue del San Isidro. La pelea en los fosos, en las alambradas, en las galerías, en los pozos, era igual de encarnizada; pero ganábamos terreno. No ya metros, centímetros, pero esta vez no había marcha atrás. Algún golpe en contra ocasional, cierto, ralentizaba nuestro avance, pero no lo detenía. Y gracias a la caballería pesada, con juego a la mano de delantera, llevamos la pelea a su 22. Cruzamos la línea, agrupamos, avanzamos y en el m. 70, por fin, Fernando ensayó. Ese 8-25 había de ser el resultado definitivo. Aunque seguimos atacando, sacando fuerzas de donde no las había, las últimas cargas se perdieron en las tinieblas de la noche. De esa noche en la que, aunque pusimos la sangre, se nos cerraron las puertas del cielo.
(Jugaron Javier Larratxe, Francisco Novelia (Profe?), Macanan, Luis San Juan, Carlso Gómez, Isma, Angulator, Encabo, Peris, Eugenio, Job, Fernando, Álvaro San Juan, Pistolas, AJ, Eduardo Mtez, Juanma, Miguel Méndez, Iñaki Larratxe, Luis Ferreiro, Juan Enrique Fraguas, Juan Camilo).
Javier Larratxe, Capitán.
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